“Librando las batallas diarias con la Palabra de Dios”
Febrero, 2021
Usar un lenguaje de “guerra” parece que es demasiado “fuerte” para el tema a tratar, pero es cierto y necesario. Las familias estamos llamadas a ser comunidades de fe y precisan de armas para sostenerse, para protegerse. Nadie nos enseña a ser padres, ¿quién nos enseñará a transmitir la fe a nuestros hijos? Los colegios de confesión religiosa tienen una gran misión, un apostolado que defender y priorizar en estos tiempos. Sabemos que la Iglesia a través de las parroquias asume este compromiso; pero la realidad de la mayoría de las familias que optan por colegios confesionales, es que tienen mayores posibilidades de acercarse cotidianamente a la Fe, por la dinámica pastoral que ofrece el sistema educativo.
El acompañamiento a las familias necesita ser priorizada en la agenda de las escuelas católicas. Apelar a las posibilidades que la tecnología nos ofrece para restar los obstáculos a la “falta de tiempo”. Convertir a la tecnología en un aliado y aprovechar el tiempo en “casa” para reconstruir y redescubrir los valores a partir del compartir de nuestro SER. Entrar en diálogo para hacer nuestros, cada uno de los sentimientos, sufrimientos, preocupaciones y alegrías de los integrantes de la familia, incluyendo sobre todo a los padres. La fe parte del testimonio de vida, es una gracia ciertamente, y los hijos verán en los hechos más que en palabras y el Espíritu Santo actuará en los corazones de cada uno, en el tiempo oportuno.
¿Qué estrategias podemos implementar desde la escuela, para dar soporte a la comunidad de padres de familia?
Cada institución educativa cuenta con una organización especial, podemos contar con un área académica de religión como mínimo, espacio pedagógico que reúne a los maestros de religión. Así mismo, podemos contar con un área de pastoral, un equipo de evangelización, una comunidad apostólica de padres de familia y/o maestros, entre otros, como posibles opciones de organización. De igual forma, contamos con padres de familia y docentes que pertenecen quizás a alguna comunidad de Fe dentro de algún carisma de la Iglesia católica.
La misión y visión de toda institución educativa católica incluye la evangelización, las formas para llevar a cabo esta llamada, dependerá de muchas variables: desde la motivación de los padres y profesores, hasta los horarios, infraestructura y tipo de gestión.
Es necesario seguir un camino para tomar decisiones:
Gráfico 1. Proceso para construir un plan o proyecto de Pastoral.
A partir del diagnóstico podemos identificar la realidad de las familias como comunidades de Fe, para indagar a partir de ello el nivel de motivación e interés para crecer como iglesia doméstica. Las posibilidades que podemos encontrar:
Familias que pertenecen a una agrupación o comunidad de Fe, donde crecen de manera personal y comunitaria. Se cumple además en ellas los dos puntos anteriores, dentro de un contexto definido por el carisma de la agrupación.
Familias que además de ir a la iglesia y participar de actividades, cuentan con un sacerdote y/o religiosa de “cabecera” que los asiste, acompaña y aconseja.
Familias que además de acudir a la iglesia, participan de manera activa en las diversas actividades que se promueven.
Familias que acuden a la iglesia los domingos y en días de fiesta. Procurando siempre los sacramentos.
Familias católicas cuyos miembros bautizados sólo participan de los sacramentos que involucran un rito festivo: bautizos, matrimonios, primera comunión, confirmación, misa de difuntos, velorio.
Familias alejadas de la iglesia.
Dentro del escenario planteado, podemos organizar una pastoral muy rica en experiencias, combinando lo que traen las familias y el carisma de la escuela. Si la mayoría de familias no cuentan con vivencias de Fe como comunidad, el colegio tiene la oportunidad de crear un espacio para gestar comunidades de Fe, desde el carisma de la institución educativa. Triangular la realidad encontrada, con la organización y carisma de la escuela, nos permitirá definir objetivos.
A partir de los objetivos llegaremos a formular políticas, que son directrices institucionales para conducir acciones y procesos; así como motivar valores y actitudes. Estas políticas aseguran la transversalidad de los objetivos en las diferentes áreas o grupos de pastoral que se puedan conformar. En base a las políticas se delimitan las líneas de acción, que constituirán los pasos a seguir, como criterios que demarcan las acciones a ejecutar. Seguidamente se conciben las estrategias como tácticas que se instauran para alcanzar las metas trazadas.
Comunicamos los planes y motivamos invitando a la comunidad educativa a participar, según el grupo objetivo de la pastoral. Idealmente se debe evaluar cada estrategia para identificar las fortalezas y debilidades de los planteamientos, reiniciando el ciclo, desde los objetivos, que se pueden replantear según las necesidades o desde un nuevo diagnóstico según la etapa o fase del proyecto.
A nivel organizacional diferenciar las tareas del área de religión y de pastoral en relación a las comunidades, es fundamental para formar dentro de la escuela, líneas de acción que se fortalezcan entre sí. Podemos fomentar el desarrollo de comunidades de padres, de estudiantes y/o de maestros, para crecer en tres objetivos básicos: crecer espiritualmente a nivel personal, vivir en comunidad para madurar en la Fe e iniciar un camino de evangelización.
Gráfico 2. Organización de la escuela para construir un espacio de Pastoral.
Este espacio de pastoral impulsará el ejercicio de actividades que las familias realizarán en casa, favoreciendo el crecimiento espiritual, generando momentos de encuentro con Dios en intimidad personal y comunitaria. La diversidad de edades entre los hijos en la familia no es un factor limitante, sino por el contrario, la oportunidad para abordar temas desde diferentes ópticas. Ciertamente quedará en los padres, el discernimiento para definir si da más o menos profundidad a un tema, según vaya fluyendo el dialogo familiar. Tomando como referencia lo que brotará de estos encuentros familiares, se dará inicio para agendar espacios de compartir con los más grandes o más pequeños, con uno de los hijos o con la propia esposa o esposo. Este momento familiar se puede definir según la dinámica propia de horarios, que se da en casa, según la realidad de cada familia. De la misma manera se ha de manejar el “tiempo” para estas reuniones. Pueden empezar con apenas 5 minutos e ir ampliando este tiempo según las necesidades, según la edad de los hijos y según el tiempo.
La escuela puede acompañar y orientar la transmisión de Fe en los hogares. La flexibilidad, el “poco a poco”, o “en dosis pequeñas”; es la clave para iniciar el proceso. Organizar un plan de acompañamiento para las familias desde la realidad de las familias. Plantear situaciones para que los padres puedan:
Enseñar a sus hijos a orar, que implica aprender a dar las “gracias” y “pedir”. Reconociendo que Dios es “Padre”. Hablar en medio de ello, sobre lo que significa “la voluntad de Dios”, por qué se cumplen o no, nuestros “pedidos”.
Aprender a leer la Biblia.
Aprender a mirar la realidad de la familia (acontecimientos, sufrimientos, alegrías, tribulaciones) con ojos de Fe y transmitirlo así a los hijos.
Realizar dinámicas para que la familia interactúe a partir de la Palabra de Dios. Y con esto dar la oportunidad para que los miembros puedan:
Dialogar
Debatir
Cuestionar
Reclamar
Compartir
Ayudar
Perdonar
Amar
Tener espacios para que puedan compartir sus experiencias con otros padres de familia.
El porqué de la relevancia de este acompañamiento muchas veces es ignorado, no sólo por la escuela, sino por la propia familia. La Fe es un don, una gracia, y sabemos que la transmisión de ésta no se gesta en el estudio especializado o maestría de temas sobre Dios, sino en las vivencia y experiencias de encuentro con Él. Y con esto no queremos decir que no es importante estudiar o conocer sobre nuestra Fe, todo lo contrario, pero una cosa es conocerla y otra tenerla. La frase que nos dice que “la familia es la primera escuela” no es sólo una frase, es una verdad.
Es en medio de la familia donde crecemos y empezamos a experimentar todo tipo de emociones y sentimientos. En el seno de la familia, crecemos y aprendemos a desarrollar vínculos y relaciones. Una familia católica que anhela y desea la Fe, necesita relacionarse con Dios, de manera concreta, con acciones que revelan el alma y dan paso al Espíritu Santo. Así como aprendemos a relacionarnos con papá, con mamá, con los hermanos; aprendemos a relacionarnos con Dios en medio de una vivencia, no de un discurso.
Y la vivencia no se relaciona con el “ser perfectos o buenitos”, no existe la familia perfecta, creer es descansar en la Fe y esto es una batalla diaria, que se hace evidente cada día a través de las dificultades, tentaciones, tribulaciones y acontecimientos diarios. Situaciones que se convierten en batallas, que las tienen tanto los niños como los adultos. Cómo las libramos es parte del camino que en libertad tomamos. Los católicos estamos invitamos a ir por un camino, vivir de una forma, que nos ayuda a enfrentar estas batallas, no que nos quita o evita las batallas. Es más, no se nos asegura ganar las batallas, porque nuestra realidad humana no es la perfección. Caminamos hacia ella y eso implica caernos y levantarnos, aprendemos a conocer nuestras debilidades.
Muchas veces este escenario de “batallas personales” es el que interfiere en la concentración que requieren nuestros hijos para aprender en clases, para relacionarse en la familia, para vivir. Estas batallas, son los enfrentamientos internos, que a veces hacemos externos, que nacen a partir de un suceso. Urge valorar la necesidad de poner atención a la educación de la Fe, del Espíritu, en nuestro hogar, para que nuestros hijos se desarrollen de manera integral.
Nos encontramos en un siglo caracterizado por las redes sociales, donde la conectividad y la interacción asumen el rol central de todo quehacer. El diseño pedagógico que parte del diálogo reflexivo fomenta el desarrollo de una actitud dialógica basada en el pensamiento crítico y creativo, que es una necesidad para el contexto actual en el cual se desenvuelve toda comunidad educativa.
La reflexión es un acto que posibilita el conocimiento sobre los propios actos y pensamiento, promoviendo un mayor nivel de comprensión sobre éstos. Este proceso se puede realizar dentro de un planteamiento de autoevaluación o dinámica grupal.
Si generamos espacios grupales, escuchar al “otro” puede ayudar a uno mismo. Los espacios íntimos, requieren al inicio acompañamiento o guías, como soporte para orientar las ideas y pensamientos.
Gráfico 1. La Reflexión acción.
Todo proceso reflexivo pone en actividad el pensamiento crítico y creativo, desde el diálogo consigo mismo como con los otros. En ambos casos el ser humano descubre que “el otro” es una pieza fundamental para conocerse así mismo. Para comparar respuestas, reacciones, formas de pensar y de actuar. Para analizar las experiencias reflexionando sobre los elementos, situaciones y contexto, para descubrir los “detonadores” de aquello que uno tiene dentro de su ser. En medio de ese actuar dinámico, la creatividad y criticidad se entrelazan para encontrar respuestas y plantear soluciones.
Partiendo de que el pensamiento crítico es un proceso complejo que involucra elementos cognitivos y afectivos que se activan por lo general con una “pregunta”, para analizar y evaluar el pensamiento para mejorarlo, para conocer la realidad con verdad. Y que el pensamiento creativo es un proceso dinámico que transforma la información y plantea soluciones originales y eficaces. Reconocemos la necesidad de comprender que existe una complementariedad entre ambos pensamientos. La resolución de problemas y la generación de innovaciones requiere de la combinación de creatividad y pensamiento crítico.
Gráfico 2. La Complementariedad del pensamiento crítico y creativo.
Las habilidades y actitudes que se ponen en movimiento cuando ambos pensamientos se conectan al iniciar procesos de reflexión, se complementan y enriquecen. Las dimensiones del ser humano interactúan de manera armónica en la medida que todas se activa, por ello es conveniente que el cuerpo emplee todos sus sentidos para percibir el significado o la información, que nuestra alma y espíritu se encuentre en disposición y motivada y que nuestras habilidades actúen como un engranaje que va encajando las habilidades para construir conocimiento. El contexto tendrá un rol importante, porque puede allanar el camino u obstaculizarlo según las variables que presente. Un ambiente cálido de confianza no ofrece el mismo contexto que un espacio hostil y de temor.
El proceso de reflexión moviliza todos los elementos descritos y nos lleva a este diálogo donde el pensamiento creativo y critico nos permite un encuentro personal desde el reconocimiento “del otro”. Como docentes identificamos que nuestras “acciones” desencadenan no sólo situaciones de aprendizaje, sino emociones y sentimientos en uno mismo y en los demás. De igual manera sucede en los estudiantes. Por ello es fundamental distinguir que todo nuestro “ser” es responsable de “hacer, deshacer, provocar, construir, recrear” espacios de aprendizaje. En esta situación es significativo tener la capacidad de describir los procesos que se llevan a cabo, desde una mirada crítica para fortalecer los aprendizajes; de ahí la importancia de la reflexión acción.
El desarrollo de un enfoque crítico reflexivo en la educación, requiere de un carácter sistémico y holístico donde el conocimiento no debe ser asumido como el resultado de las partes ni la secuencia de las mismas. Por el contrario, se precisa de que todo conocimiento se relacione con varios campos de conocimiento, que se comparen hechos o situaciones análogas y se apliquen conceptos a situaciones nuevas. La metodología de aprendizaje que se programa y ejecuta (desde la mirada docente) y que se vivencia (desde la mirada del estudiante) constituye de la misma manera parte de un todo con la reflexión acción.
El escenario ideal para este enfoque es el trabajo por proyectos que favorece la interdisciplinariedad y la transdiciplinariedad, donde el aprendizaje significativo se gesta en medio del diálogo y el debate, donde se busca generar confusión o dudas para favorecer el espacio de reflexión. La relevancia del aprendizaje determina su significatividad, con ello se asume como un contenido valorado y buscado. Pero en la actualidad, nos enfrentamos con posturas que no ven la propia acción, conducta y sentimientos como “algo significativo”, asumiendo por ende que no requieren de un “tiempo”. Nos urge educar de manera integral, viendo al ser humano como un todo: un ser corporal, con alma, espíritu y cognición. Contemplar que cada dimensión es parte de la otra, que se entrelazan y son interdependientes. Todas requieren atención, ser alimentadas y fortalecidas.
A través de la reflexión sobre la práctica podemos aprender, y para ello es necesario preguntar, problematizar, no sólo situaciones o problemas externos, sino internos. Tanto los maestros como los estudiantes advierten la necesidad de ejercitarse en el aprender a preguntar, “perder los miedos” para cuestionar aspectos específicos, explorar, indagar, y en esa medida identificar lo que se está aprendiendo. La llamada “duda inteligente” nos revelará el aprendizaje que se gesta en el estudiante y en el maestro.
Asumir el aprendizaje como proceso compartido, que parte del diálogo, supone un aprender de manera indirecta. Es preciso contemplar la necesidad de aceptar que “no se conoce o se duda de algo” para empezar la búsqueda y todo lo que ello implica: frustraciones, equivocaciones, aciertos, duda. En la marcha saldrán prejuicios y concepciones falsas que serán parte del debate y motivo de la construcción activa de inferencias, que dan lugar a los aprendizajes significativos.
El enfoque reflexivo presentado no debe quedarse sólo en las aulas al nivel de los estudiantes, debe ser una práctica de comunidad entre los docentes, para aprender sobre lo vivido y compartirlo; y una práctica de toda la comunidad educativa en general para identificar logros y debilidades y trabajar en ellos como equipo.
“El desarrollo de la autonomía demanda una constante reflexión: desde el alma y desde la cognición.”
Cuando pensamos en la “autonomía” suelen venir a nuestra mente situaciones y conceptos favorables. Pocas veces nos enfrentamos con posturas donde la autonomía requiere de un “límite” o “acompañamiento”, más aún, no suele ser una realidad frente a la cual nos enfrentamos o identificamos. La tecnología y la educación virtual actual, nos llevan a reflexionar sobre los nuevos escenarios educativos, las nuevas formas de aprender y el “nuevo ser” que se está promoviendo dentro de este marco.
Hoy “estar desconectados” para muchos niños, adolescentes e incluso adultos es un “caos”, la dependencia que se ha generado es tan grande, que incluso puede generar ansiedad y mal humor. Esta realidad exige introducir en nuestro plan de formación “un equilibrio” entre lo sincrónico y lo asincrónico, reconociendo que nuestros estudiantes ya hacen uso de manera libre y espontánea de un tiempo virtual personal. El tipo de acompañamiento antes, durante y después, de las sesiones virtuales, depende de las características de la actividad, de la edad de los chicos(as) y de la realidad tecnológica familiar.
Esta realidad tecnológica familiar, la definimos como “situación familiar en la cual se hace uso de la tecnología”. Estas situaciones pueden ser diversas, los elementos que la determinan son: el tiempo, el conocimiento y habilidad sobre las TIC y los miembros de la familia.
La interrelación entre estos elementos, son los que determinan la realidad tecnológica familiar. Nos referimos a contextos donde los padres están o no presentes en casa, para acompañar el uso de la tecnología, si saben o no usar los nuevos medios, si los hermanos u otros miembros de la familia, son parte de este contexto de aprendizaje.
Gráfico 1. Realidad Tecnológica Familiar.
En cualquiera de las situaciones estamos viendo que los estudiantes están desarrollando niveles de autonomía, tanto moral como intelectual. El desarrollo de ésta se da, como parte de un proceso que se inicia en la infancia y se convierte en un desafío evolutivo. La autonomía se va manifestando en la manera cómo vamos empleando las reglas, empezamos bajo la influencia de un adulto (heteronimia) y nos movemos hacia la autonomía que responde a la obediencia de las reglas por consenso (Piaget, 2001). Recorremos un camino de constante aprendizaje, “en relación” donde la autonomía moral (lo bueno y lo malo) y la autonomía intelectual (lo verdadero y lo falso) se entrelazan. El contacto con los demás, las relaciones con las personas de nuestro entorno, afianzan o desestabilizan nuestra autonomía para relacionarnos positivamente con el entorno. Cabe preguntarnos si este contacto de relaciones, en medio de la virtualidad, ¿se está dando?,¿las escuelas lo promueven con esta finalidad?
La autonomía permite que uno sea capaz de pensar por sí mismo, con sentido crítico, considerando diversos puntos de vista tanto desde el ámbito moral como en el intelectual. Esta capacidad para establecer normas propias y regirse en base a ellas, autorregulando los aprendizajes, tomando conciencia de los propios procesos cognitivos y socio-afectivos (meta cognición) y tomando decisiones; se da en la actualidad dentro de la educación virtual, condicionada por la realidad tecnológica de cada familia.
Según Aebli (2001) existen tres pilares del aprendizaje autónomo que se dan acompañados de la proactividad y la responsabilidad:
El autoconocimiento que se desarrolla a partir de los procesos de meta cognición. Nos referimos a la capacidad de conocer el propio proceso de aprendizaje a partir de la autoobservación.
La autogestión, que implica la auto orientación, para realizar procesos de auto instrucción.
La autorregulación o auto control, que se refiere a que el estudiante reconoce la utilidad del proceso de aprendizaje. Comprende la planificación, el monitoreo y la valoración consciente de las actitudes y limitaciones con respecto a las demandas cognoscitivas de una tarea específica.
Maturana (2011) afirma que el ser humano tiene que aprender a decir sí o no desde sí mismo, no desde el temor de perder una oportunidad y quedarse atrás. Esta capacidad para decir SI o NO forma parte de la evolución de la autonomía, que requiere de un acompañamiento y guía, sobre todo al inicio, para alcanzar el nivel más alto.
Vemos con agrado que nuestros hijos(as) como parte de la educación virtual, ingresan de manera independiente a sus clases, dominan la plataforma tecnológica como herramienta, sin necesidad de ayuda. Vemos cómo se organizan para hacer tareas y estudiar, haciendo uso de diferentes aplicaciones, muchas de ellas que no conocemos o no sabemos usar.
La tecnología por sí misma, despierta en esta generación.com, habilidades relacionadas con los pilares de la autonomía. El mundo digital moviliza la proactividad de nuestros hijos(as) para resolver problemas, ellos buscan tutoriales en YouTube, navegan por toda una aplicación, investigando las cualidades que ésta tiene, aprenden a usarla con el “ensayo-error”, intuyendo de manera acertada muchas veces, las acciones a realizar. Pero todos estos procesos se están dando en la mayoría de casos en soledad, sin el acompañamiento necesario para generar la reflexión que conduce al autoconocimiento, que permitirá la realización de acciones de autogestión y autorregulación.
Por otro lado, nos encontramos con las puertas que abre la tecnología a la autonomía, que pueden confundir, disfrazar o desvirtuar la marcha adecuada de ésta; sobre todo si no se cuenta con una persona que este acompañando su evolución, durante los primeros estadios. Los caminos son diversos y las distracciones varias, la capacidad para “auto controlar” las situaciones no adecuadas desde el simple hecho de un videojuego hasta una página para adultos.
Dentro del ámbito educativo, los escenarios que propician la relación entre tecnología y autonomía son:
ESCENARIO
TECNOLOGÍA
AUTONOMÍA
Investigación
Navegar en la red.
Seleccionar y evaluar la información para tomar decisiones.
Creatividad
Crear videos, cuentos, infografías, comics, música, entre otros.
Imaginación para construir y reconstruir, tomando la iniciativa.
Comunicación
Expresar ideas, pensamientos y emociones a través de diferentes códigos (texto, imagen, sonido, movimiento).
Organizar el mensaje según el código elegido, con un propósito personal definido.
Cooperación
Trabajar en equipo virtualmente con documentos compartidos.
Pedir ayuda cuando es necesario, aceptar a los demás, libertad y seguridad para compartir ideas propias.
Fuente: blancajoo.com (2020)
No debemos confundir la autonomía con individualismo, no caer en el aislamiento ni en la autosuficiencia. El enemigo de la autonomía es la sobreprotección. Educar en una autonomía requiere de una comunicación afectiva positiva entre padres e hijos, basada en un mutuo respeto, para fomentar la aceptación de uno mismo en los hijos(as). Un termómetro de la autonomía es la capacidad crítica de la persona.